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Estudia Surf en la Universidad Estatal de San Diego


Los primeros seminarios que dictan los expertos del Centro para la Investigación del Surf llevan por título "Mareas ascendentes" y "La audacia del entusiamo (a la espera de la ola)", con los que intentan atraer a los amantes del deporte marino a los claustros universitarios.
Este instituto, decidido a aproximarse al surf con rigor académico, se anuncia como el primero en su género en todo el mundo y está albergado -¿cómo no?- en la Universidad Estatal de San Diego, una ciudad del sur de California con buena reputación ganada gracias a la fuerza de sus olas.
"Este Estado es eje de la industria del surf, con grandes corporaciones y pequeños emprendimientos sin fines de lucro trabajando en cuestiones relacionadas con el deporte. De hecho, la mayoría de quienes hacen turismo de surf y viajan por el mundo viven en California y ese espíritu permea todo el estilo de vida costero", le dice a BBC Mundo el director del centro, Jess Ponting.
Según dice, la comunidad local se mostró receptiva a la propuesta de convertir al surf en asunto de libro, lo que derivó en el apoyo de la universidad estatal hasta formalizar la creación del instituto bajo el ala de la Escuela de Hospitalidad y Administración de Turismo.
Detrás, hay una industria en constante expansión: el negocio del surf mueve unos US$7.000 millones al año en Estados Unidos, según datos de la Asociación de Fabricantes de la Industria del Surf, y genera divisas en naciones en desarrollo como Fiyi, Sudáfrica o los países del Pacífico latinoamericano, entre otros destinos favoritos de los jinetes de las olas.
Surfer convencido

Ponting, australiano y surfista, lleva 12 años dedicado a darle un enfoque riguroso a un deporte esencialmente asociado con la vida relajada y playera, ajeno a las preocupaciones... y a los exámenes teóricos.
Antes de instalarse en San Diego, el académico trabajó en su país, en Papua Nueva Guinea, Indonesa y México y escribió el primer doctorado en este campo específico, donde desarrolló el concepto que está detrás del Centro para la Investigación californiano: el de "turismo de surf sostenible".
"Muchas veces, en los destinos turísticos de surf, las comunidades locales deben afrontar grandes costos ambientales, sociales y culturales al recibir a visitantes de otros contextos culturales, pero no siempre ven los beneficios económicos de recibir ese turismo", señaló el académico.
Malas noticias entonces para quienes creyeron que ir a clase era cargar tabla y traje de neopreno y elegir la playa con las mejores olas. Los contenidos académicos estarán orientados a proveer conceptos de administración y contabilidad, negocios hoteleros y hospitalidad en general, nociones de desarrollo, geografía y gestión de proyectos comunitarios en las localidades donde los surfersllegan en masa sin reparar en el impacto ambiental de su hobby.
Muchos, dice Ponting, cuidan con esmero el mar en el que practican el deporte, pero no necesariamente son conscientes de los alrededores.
Impacto ambiental positivo
Así, el impacto del turismo del surf afecta a casi 120 países, donde las comunidades costeras, sobre todo en los países más pobres y menos desarrollados, no parecen estar preparadas para sacar partido de las olas como recurso natural.
"Hay que facilitar la transición hacia el turismo de surf sostenible, de manera tal que el deporte tenga un impacto positivo en el entorno en vez de uno negativo y corrosivo. Una de las misiones del centro será crear esa conciencia", detalló Ponting.
Los profesores del nuevo instituto confían en aprovechar la mentalidad de los deportistas del mar, "que tienen, además de lo físico, un respeto y una búsqueda por la experiencia espiritual propia de esta disciplina deportiva y que está asociada con la naturaleza".
Así, mientras esperan hacer un tubomemorable o lograr un buen cutback, los alumnos inscritos cursarán, por ejemplo, una clase de sociología del surf -que cubre las principales corrientes de esta disciplina... pero miradas desde la playa- y se irán de viaje de estudios a destinos como Perú, Nicaragua y Costa Rica, donde trabajarán con las comunidades costeras sobre un modelo de turismo sustentable del que unos y otros, arriba de las olas o desde la orilla, puedan sacar ventajas.

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